lunes, 23 de abril de 2007

Es mejor ser un nostálgico que un incomprendido

Un Muchacho


Un hombre solo. Se sentó al pie del ventanal. Pidió un café. Abrió el portafolio, sacó un libro pequeño. Lo colocó sobre el mantel de papel del viejo bar. Deslizó el café hacia delante, casi a la distancia de un brazo. Continuó leyendo el pequeño libro. Tomó el café, pagó la cuenta y se fue.
Otro hombre. Solitario también. Se sentó en la barra. Pidió un cortado. Retiró un libro de su impermeable, lo abrió, tomó el café, pagó y se fue.
Se abrió la puerta del costado del viejo bar. Entró un joven. Un muchacho. Remera, jeans, zapatillas, libros en mano. Nada fuera de lo común, un usual muchacho. Se sentó bajo el marco de un recorte de diario. Un ignorado recorte de diario. Apoyó los libros sobre la mesa. Pidió un jugo. Entre el tiempo del camino del mozo hacia la barra y desde allí hasta la mesa, leyó el recorte de diario. Abrió uno de los libros en la última página. Tomó un lápiz. Miró nuevamente el recorte, sonrió y escribió en el libro. Apartó este libro del resto. Saludó discretamente al tano y se fue.
Se me acercó el mozo, le pagué. Le debía el café y el tostado de la semana pasada. El mozo me conoce, vengo todos los martes. Tengo veinte minutos, entre que salgo del trabajo y me tomo el tren. A veces, en vez del tostado pido dos medialunas, pero solo cuando el tano me dice que son frescas, del mediodía, están casi frescas. Saludé al tano desde la puerta y me fui hacia el tren.
En el vagón, el mismo de siempre, el cuarto. El primero es el más peligroso y el último se mueve demasiado, el cuarto está bien. Estaba el muchacho, apoyado sobre la ventanilla del tren. Leía uno de esos libros. Se quedó dormido. Sexta estación, me bajé y me fui a casa.
Hoy, el tano, me recomendó las medialunas, le pedí dos y un café, doble esta vez. Entró un señor, pidió un café, sacó un libro, pagó y se fue.
Volvió el muchacho. Sonreía, como siempre. Le entregó al tano un cuadrito, lo saludó y se fue. El tano colgó ese cuadrito al costado del olvidado recorte.
Cuando el tano me trajo la cuenta le pregunté sobre aquel muchacho, le conté que estaba el otro día en el tren, que seguía leyendo el mismo libro que leen todos lo que entran al bar por primera vez. El tano se sonrió, me contó que aquel muchacho era su hijo, que vendía sus libros en la estación. Es poeta.

martes, 17 de abril de 2007

Una plegaria absurda

Libertad

Aquel mordisco de temor
Lo encontró desnudo
Frente al abismo.
Culpó sin tregua
A quien le asignaron
Como compañera.
Tomó sus cosas
(No eran demasiadas),
Afrontó el castigo
Y salió al mundo.

El Hombre

Despertar esa mañana,
Rasgar el templo,
Sudar la sangre,
Compartir el vino;
Todo parece en vano
Al ver matarse
A sus hijos entre ellos.
El hombre
Sueña haber muerto
En un pesebre.

Una Costilla

En aquel día original
Preguntó el niño asombrado
Por ese verso
Rescatado de la tumba,
El verdadero significado
De una costilla.

Judas

Recogiendo piedras
Elevando plegarias,
El orgulloso pecador
Golpeó al hombre
por la espalda,
mojó su pan,
le dio un beso,
y se ahorcó.

Otro Judas

Tejido de venas fértiles
Humedecen el camino,
El desierto sueño
Se rinde ante el océano.
El viento dispersa cenizas
Obligando al alma a florecer.
En la cruz resucitada
Le grité perdón.

lunes, 9 de abril de 2007

Mendigando memoria

Pequeño Homenaje

A ti
(Enrique Walker)

No le temes a la multitud innumerable,
Luchas cada día entre las sombras
Y en tus huesos pides y nombras
Justicia y piedad de esos miserables.

A ti que tu muerte es un misterio
Y que tu vida fue lo mismo
A ti que cruzaste el abismo,
A ti… Carlos, Rogelio, Tiberio.

A ti no te dejaremos caer en el olvido
Te reclamaremos cada día
Haciendo sanar con llantos tus heridas.

Logrando que escuche quien no quiera
Hasta que todo el pueblo sienta
Tu orgullo de ser un “desaparecido”.

Madres
Una a una
Van muriendo en cada ronda.
Ya no hay lágrimas
En sus rostros.
Sus pasos luchan
Contra el tiempo,
Recordándose madres
En un espejo roto.

Plaza
Vuela el hombre
De espaldas al camino.
Veinte inviernos
Cargó en su cruz.
Un centurión moderno
Le robó la vida.
Una madre llora
En la plaza del dolor.

sábado, 7 de abril de 2007

Viejos... pero actuales

Espejo.
Codo izquierdo sobre esa misma pierna;
Columna inclinada hacia delante;
Sus dedos índice y pulgar le sostienen el tabique.

Brazo derecho, sobre pierna derecha
La distancia de su mano es perfecta
Para evitar quemarse con el cigarrillo.

Levanta la mano fumadora, deja caer la ceniza,
Da una pitada, se rasca la cabeza;
Tira el cigarrillo, y se cubrió el rostro.

Y así sentado frente al espejo,
Lo escuché llorar.

Olvido
Con aquel temor de la partida,
Con el final del duelo
De una muerte vana
Murmuró implacable y sin dudarlo
“Nos vemos en el olvido”.

Tiempo
Cuando el olvido busca
La razón de su existencia,
Nos vemos niños-grandes
Llorando en un rincón.

Esperanza
Oculta a mi mirada
Crees que mis ojos
no te encuentran.

No te rindas...

Tal vez te olvide
Alguna tarde.